Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1548
Legislatura: 1893-1894 (Cortes de 1893 a 1895)
Sesión: 29 de junio de 1894
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica
Número y páginas del Diario de Sesiones: 167, 5323-5324
Tema: Propósitos del Gobierno, según noticias de la prensa, de ratificar por decreto el tratado de comercio con Alemania después de cerradas las Cortes

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Pido la palabra.

El Sr. VICEPRESIDENTE (Duque de Almodóvar del Río): La tiene S. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Se conoce que el Sr. Romero Robledo no ha oído las contestaciones que yo he dado a las preguntas que se me han dirigido porque de otra manera hubiera creído excusada su intervención. [5323]

Yo no sé si recordaré las mismas palabras que pronuncié, pero le diré a S. S. que el Gobierno considera, como S. S., un absurdo la noticia que ha servido de base para hacer aquí la pregunta al Gobierno, y que siendo absurda la noticia, a mí me ha extrañado que sobre ella se haya hecho pregunta ninguna, porque sobre los absurdos no se hacen preguntas. Pero en fin, se han hecho, y yo he contestado lo que creo que podía y debía contestar, y es, que al Gobierno no le ha pasado por la imaginación hacer lo que ese periódico le atribuye, porque el hacerlo, no sólo sería faltar a las leyes, sino burlarse del Parlamento. (Muestras de aprobación en todos los lados de la Cámara.- Los Sres. Muro y Romero Robledo: Muy bien.) El Gobierno, que puede en momentos que peligran altos intereses de la Patria y por causa de fuerza mayor, verse obligado a faltar a las leyes para venir después a pedir la sanción de su conducta al Parlamento, jamás, jamás, jamás, hará nada que sea en detrimento de los Cuerpos colegisladores. (Muy bien, muy bien.)

Pues esto, poco más o menos, es lo que dije antes y repito ahora. Nada de lo que al Parlamento corresponde será sustraído del conocimiento del Parlamento, ni en lo que tiene relación con los tratados, ni en nada; pero como ahora se trata de lo que tiene relación con los tratados, digo que nada de lo que al Parlamento corresponde será sustraído del conocimiento del Parlamento. ¿Satisface esto a S. S.? ¿Quiere todavía más explicaciones? Porque si las quiere, estoy dispuesto a darlas. (El Sr. Romero Robledo pide la palabra.)

Por lo demás, S. S. hace lo que el diablo predicador: que dirige ataques, y luego cae en los mismos errores que condena en los demás. Aquí nadie ha hablado de la Comisión del tratado, ni de la minoría ni de la mayoría del Senado; el único que ha hablado de eso ha sido S. S., para decirnos después que el Sr. Chavarri es el que tiene la culpa de todo, y que habiendo tres individuos tan importantes de la minoría conservadora en la Comisión, los pobres no pueden dar un paso sin la aquiescencia, sin la voluntad, sin el consentimiento y sin el permiso del Sr. Chavarri. ¿Qué tienen que ver con el Sr. Chavarri? Que cumplan ellos con su deber, y que después el Sr. Chavarri haga lo que tenga por conveniente. (El Sr. Ruiz, D. Gustavo: ¿Cómo van a dar dictamen tres individuos?) De manera que no hay que hablar aquí para nada del Sr. Chavarri.

La minoría de la Comisión, compuesta de tres personas importantes del partido conservador, que haga lo que su conciencia les dicte y, sobre todo, lo que les dicte su deber, y allá el Sr. Chavarri haga lo que tenga por conveniente; él será responsable de su conducta, pero que no sometan la suya los tres hombres importantes del partido conservador a la del Sr. Chavarri, porque si a un señor solo, que era de la mayoría del partido fusionista, se someten tres individuos tan importantes del partido conservador, yo quisiera que la minoría de este partido, que tiene aquí tanta importancia, se sometiera a la mayoría liberal, y entonces las cosas marcharían muy en paz, y ya vería S. S. cuánto adelantábamos en los trabajos parlamentarios y qué cosas tan buenas hacíamos.

Pero en fin, aparte de todo, yo deseo que el señor Romero Robledo quede satisfecho de mi explicación; si no lo estuviera, le daría cuantas necesitara, a pesar de que realmente no haya necesidad de ello, porque si le hubieran explicado bien a S. S. lo que había pasado antes de entrar en el salón, le hubieran ahorrado a S. S. la pregunta y a mí la contestación; lo cuanto me pesa, porque a mí no me importa nada, antes me agrada y tengo mucho gusto en departir con S. S., sobre todo cuando S. S. no se sale de aquellos carriles rectos y de aquellos cauces serenos en que S. S. brilla más que en otros que suele tomar, y que a mí no me parecen bien.

Al Sr. Sol y Ortega no le tengo que decir nada, porque ya hace tiempo que S. S. habló; pero quizás si hubiera contestado a S. S. en el acto que pronunció sus últimas palabras, le hubiera tenido que decir algo; y como no quiero alargar este debate, permítame S. S. que no le conteste nada, porque pudiera no serle agradable, y no quiero ser desagradable a ningún Sr. Diputado.



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